Estando de vacaciones en Dubrovnik, al ver la isla de Lokrum llena de cipreses, no puedo evitar acordarme de esta gran obra de Arnold Böckin (Basilea 1827-1901), pintor suizo, simbolista. Se titula “La isla de los muertos” y tiene cinco versiones. El pintor nunca explicó el significado de la obra, aunque arquitectónicamente se parece al cementerio de Florencia, donde el artista enterró a su hija (a mí me recuerda más al cementerio veneciano de Saint Michel, situado en una isla).
Aunque primero empezó como paisajista, tras viajar a Italia, Böcklin adquiere influencias del arte renacentista (cosa que les ha ocurrido a muchos artistas). Esta influencia se centra en incluir figuras mitológicas y alegóricas en sus pinturas, acompañadas por construcciones arquitectónicas clásicas.
En esta obra, apreciamos en una barca una figura blanca, un remero y un ataúd. En la mitología clásica, Caronte era el barquero que se encargaba de transportar a las almas al Hades, el infierno, previo pago de una moneda.
El barquero se dirige a una isla rocosa, llena de cipreses. Desde la Grecia antigua, el ciprés ha sido considerado como símbolo funerario, debido al amigo del Dios Apolo, Cyparisso, que mató un ciervo sagrado por error y era tan grande su dolor que Apolo lo convirtió en ciprés, para que así pudiera compartir su tristeza con todas las personas que hayan perdido a un ser querido. Aunque debo decir que mi profesor de Mitología Clásica de la Universidad nos contó que los cipreses tienen unas raíces que crecen hacia abajo, hacia la profundidad de la tierra, por lo que es un árbol muy práctico para un cementerio... (para no tener sorpresas con las raíces y las tumbas)
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